En la voz criollísima de Carmen Jesús Leyva Sánchez, el festejo “Se escapó el venado” se transforma en una escena teatral de la vida cotidiana, donde el humor y la frustración se entrelazan como en una danza de supervivencia. Compuesta por José “Pepe” Contreras y grabada en Buenos Aires, esta pieza es más que una canción: es un retrato coral de la esperanza que se escapa, del deseo que no llega, del almuerzo prometido que termina en frijoles recalentados.
El negro Antonio, cazador de ilusiones, promete carne fresca. Su mujer, entusiasmada, deja de cocinar frijoles, prepara a su hijo, y se alista para el banquete. Pero el venado se escapa. Y con él, se escapa también la promesa, el alivio, la fiesta. Lo que queda es la cara asustada del cazador, el regreso sin gloria, y la resignación que se canta con ritmo.
“Recoge los frijoles, mijo, se terminó la jornada”, dice el pregón. Y en esa frase se condensa la sabiduría popular: cuando la vida no cumple lo que promete, hay que volver a lo conocido, a lo seguro, a lo que siempre está. El frijol como símbolo de resistencia, de lo que no falla, de lo que alimenta aunque no deslumbre.
Pero el festejo no se detiene en la queja. Lo que podría ser tragedia se convierte en jarana. “¿Qué vamos a hacer?” se repite como mantra, como pregunta abierta, como invitación a bailar incluso cuando no hay venado. Porque en la cultura afroperuana, el ritmo es refugio, el humor es escudo, y la música es herramienta para transformar la carencia en celebración.
Carmen Jesús, con su interpretación vibrante, le da cuerpo y alma a esta historia. Su voz no solo canta: actúa, narra, interpela. Nos recuerda que el arte popular no necesita solemnidad para ser profundo. Que en la risa hay crítica, y en el zapateo hay memoria.
“Se escapó el venado” es entonces una cápsula de vida: un festejo que nos enseña a reírnos de nuestras propias expectativas, a volver a los frijoles sin perder la dignidad, y a seguir bailando aunque la carne no llegue.
JCR
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